Dolor y Gloria
-AFECCIÓN Y SABER-
Acaba de arrancar el coche en rumbo a la nada. Después de atarse el cinturón, apaga con suavidad la estruenda radio que zumba sin descanso dándole vueltas al mismo asunto en pleno paradero desconocido. Durante su paso por la vida terrenal, ha aprendido y sigue aprendiendo las virtudes de la despreocupación. No ha juzgado ninguna de sus experiencias, sino que siempre ha preferido catalogarlas como algo que le ha hecho sumar y nunca perder.
Mientras detiene el vehículo, la luz roja le hipnotiza y le hace trasladarse al asombroso imaginario que su mente aún conserva. Últimamente no sabe cómo definir el presente, resulta ser una sensación rara que no sabe cómo lidiar con ella. Lo que sí sabe es que el destino le ha hecho meterse en ese coche de cuatro ruedas, simplemente dejarse llevar por aquellos caminos que supuestamente le llevarán a Roma y finalmente lograr hacer las paces con el pasado.
Ahora no hay nada que le inquiete. Vive el presente de manera real. Simplemente se sorprende y enseña su sonrisa cuando sale de sí mismo, cuando ya no puede ser él, sino un ser sociable que interactúa con disfraz de fantasma. Varias casualidades le han hecho llegar hasta donde ahora está y es algo de lo que no se siente plenamente orgulloso, a pesar de la incertidumbre que su intuición propone. No es del todo consciente de lo que está haciendo, pero pisa el acelerador con certeza y sin trepidar. Actúa de manera sosegada, con prudencia, pero sin pararse a analizar su vida, su situación.
Sonríe, y esta vez para él mismo. Una sonrisa sincera para quien siente y no ve más allá de su interior. Sonríe para dar las gracias a las casualidades que le han guiado durante toda su vida, sin límites ni mapa con destino asegurado. Todo ha hecho ser quien verdaderamente es ahora y por eso, siente satisfacción de lo que ha vivido e ilusión de lo que le queda por vivir. Sin ataduras y sin frenos cuesta abajo, pero con la conciencia tranquila de que el destino le va a llevar al lugar que merece, aquel que le hará crecer, deslumbrar y de nuevo, perder la cabeza.



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