¿2020?


Dos mil veinte ha sido sin duda alguna un mazazo para todo el mundo. Ha sido un año catastrófico de altibajos constantes. Un año diferente en el que, como todos, se ha aprendido, pero esta vez, mucho más. A pesar de ver todos los días a través del cristal del pesimismo en todos los hogares, yo he aprendido de forma distinta.

    He aprendido a valorar lo que me rodea tanto positivamente como negativamente. Este año he tomado diversas decisiones que me han hecho cambiar, que consideraba imposibles de lograr a pesar de la pandemia. Sin embargo, no me arrepiento de ninguna de ellas, de haber tenido la iniciativa de decir "adelante, y que pase lo que tenga que pasar", a guiarme por impulsos para dejar mi lado introvertido.

    Estar durante cinco meses encerrada no ha sido nada fácil. Noches protagonizadas por el insomnio, mi vida girando las veinticuatro horas en torno a la universidad y el miedo al futuro tan incierto y a la vez tan próximo. El verano fue una interminable ruta de restaurantes, bares de copas, chiringuitos e infinitas cenas en la playa. Ocio seguro desde el inicio que me ha hecho consolidar más las amistades, hacer nuevas desde el inicio de curso llegando incluso a convivir con ellas. A poder formar mi red de afecto y aprender que separarte de gente que no te aprecia, aunque te duela, también es querese y cuidarse a una misma.

    Sobre todo, este año me ha hecho crecer como persona adulta. Peter Pan ya no vuelve, soy yo frente al mundo. La vida ya no viene con instrucciones previas que se deben "leer antes de usar". Es lanzarse a oportunidades fugazes, que, con esta penumbra "viral" puede que no vuelvan a pasar. 

    Durante este año he aprendido a cuidar a los míos, a cuidarme y a darme cuenta de algunas aptitudes que pensaba que no tenía. Sé que la higiene es imprescindible en estos tiempos, pero la salud mental también ha sido un factor que ha estado y sigue estando muy presente en mi vida. Me he dado cuenta que posponer el estudio durante una mañana para salir al aire libre a hacer el deporte o pasar más rato con las personas que me rodean no siempre es una pérdida de tiempo; significa desconectar, poner la mente en blanco e incluso desahogarse. 

    Pasar la gran mayoría del año sin estar en una relación ha sido algo difícil porque no era algo a lo que estaba acostumbrada en plena juventud. Ahora sigo aprendiendo a quererme y saber que el amor empiza siempre queriéndose. A desarrollar mi personalidad intentando que la influencia de las redes sociales no me haga convertirme en alguien que no soy. A descubrir que mi capacidad creativa no está muerta y que este año en la universidad lo he podido comprobar. A vivir sola y decidir en todo momento lo que me apetece y a controlar mi parte apetecible, a amarme, a valorarme más y no machacarme tanto cada vez que fracase. Estar orgullosa de mí misma, querer y quererme. 

    2021 va a ser un año más lleno de propósitos que hace falta recopilar para ponernos a prueba, así que algunos de los míos son viajar, trabajar mi salud mental cuidándome, trabajar la creatividad, escribir, leer, recordar y ver más cine.

    Al fin y al cabo, después de escibir todo esto dos mil veinte ha sido oscuro, pero no se ha apagado del todo. Se resume en superación, autoestima y valentía de uno mismo.

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